A finales de 2013 me planteé un objetivo de lectura: aprovechando que en 2014 cumplo 50 años, releer 12 de las novelas leídas antes de los 12 (más o menos) que consiguieron aficionarme a la literatura de por vida. La relación completa de los títulos a leer la tienes aquí, conforme vaya superando etapas iré publicando un breve comentario en este blog. Esta es una de ellas.
El bandido adolescente, Ramón J. Sender
Si no me equivoco, corría el año 1979, lo que equivale a decir que tenía yo ya (o estaba a punto de cumplir) los 15, excediendo por tanto en tres el límite de edad para este reto de releer 12 libros que me marcaron a fuego antes de los 12 años.
Año 1979, repito, instituto Goya de Zaragoza. Profesora de Literatura: Carmen Sender Garcés. Hermana, sí, de don Ramón J. Sender.
Primera lectura del año: «Libertad absoluta, podéis elegir el libro que más rabia os dé, siempre y cuando no sea de mi hermano: no soporto que me hagan la pelota».
Grande, doña Carmen. Y tentado estuve de desobedecer su consejo y leer El bandido adolescente si no fuera porque ya lo había hecho unos años antes, tantos como para que, efectivamente, pueda estar incluido en este reto autoimpuesto para celebrar mis 50.
Billy el Niño, el bandido adolescente, el pistolero con cara de niña con cuya calavera auténtica -contaba don Ramón- se había encontrado hasta en 6 ocasiones en 6 lugares diferentes durante su exilio en los Estados Unidos.
De origen irlandés, entre los 14 y los 21 años Billy tal vez no hubiera leído un solo libro, pero se cuenta que ya se había cargado a no menos de 21 hombres, tal vez muchos más. Y porque a los 22 añitos, en 1881, el sheriff Pat Garret se cruzó en su camino, que si no…
Mira que se ha escrito -y filmado- sobre Billy the Kid y, sin embargo, quizás El bandido adolescente sea su mejor biografía, la más periodística, llena de detalles sobre la época, plagada de acción, de indios legendarios, de robos de ganado, de tiroteos, de aventuras en esa zona de Nuevo México que por aquel entonces era casi tierra de nadie, fuera de la jurisdicción mexicana y todavía sin controlar por los gringos.
Pero Sender aporta algo más que hace que El bandido adolescente no sea una novela del oeste sino una auténtica joya literaria: las razones por las que un chaval de 14 años se convierte en bandolero implacable pero con un gran sentido del honor y la ambientación, la fidelidad histórica y la descripción de la magnífica relación que Billy mantuvo con los hispanos de la zona, mucho más íntima, cordial y sincera que con sus compatriotas del norte.
Aventuras de vaqueros y rigor histórico. ¿Se puede pedir más? Yo no, desde luego.
Con El bandido adolescente van ya 11 muescas en la culata de mi revólver y 11 aciertos. Me queda una bala que reservo para tres (cuatro) gabachos del siglo XVII. ¿Adivinas sus nombres?