Dos cosas hay de las que he prescindido en los últimos meses: la primera, allá por mayo y por voluntad propia, mi presencia en Facebook, red social que abandoné definitivamente después de varias idas y venidas al comprobar que no me aportaba nada y que, cada vez, me parecía más ineficaz, absurda, hipócrita (ese doble rasero de censurarte ciertas imágenes mientras el señor Zuckerberg no se cansaba de recomendarme webs de contactos con las mejores solteras de mi ciudad) e innecesaria; la segunda, no tan voluntariamente mi Kindle, que hace unas semanas me abandonaba -los efectos secundarios de un pisotón de un niño de cuatro años, creo- para ir allí donde vayan los ereaders que pasan a mejor vida.
Facebook no lo echo de menos, en absoluto, hasta me siento más libre y mejor persona y ser humano; lo del Kindle, sin embargo, ya lo llevo peor.
A ver, que el hecho de haber tenido que enterrar al lector de Amazon no me ha supuesto quedarme sin lectura digital, para eso tengo otro, un Bq Avant que también creía fenecido y, sin embargo, un calibrado de pantalla y a funcionar como el primer día. Y buscando, buscando, se encuentran cosas interesantes con que alimentarlo, a un precio razonable y, algo innegociable por mi parte, sin DRM que lo parió. ¿Dónde? Pues, por ejemplo, en Lektu, en Amarante, en Sinerrata y algunas otras editoriales y/o webs de venta de libros digitales.
También, por no ir de íntegro -o hacer un Monago, como podría decirse ahora-, se puede recurrir a algunas webs en las que encontrar -sin previo pago que valga- libros ya descatalogados o inencontrables en versión digital oficial. Que no digo que esté bien, pero a veces es el único recurso que nos queda a los lectores enfermizos.
¿Cuál es el problema, entonces? Pues, evidentemente, el brutal catálogo que ofrece Amazon -sí, mucha furrufalla, mucho autoeditado que no genera más que ruido molesto, pero también TODO lo disponible en el mercado- y, sobre todo, las ofertas, las puñeteras ofertas que otros sitios no copian, esos días -uno sí y otro también- en los que libros más que recomendables de los primeros espadas de la literatura mundial están al 50 %, tal vez no las últimas novedades pero sí sus penúltimos o antepenúltimos títulos publicados.
Ese aviso al email, ese jodido aviso que, muy a menudo, llega a mi buzón y me pone los dientes largos. ¿Lo compro, no lo compro?, pienso por unos segundos.
Pero, ¿qué coño vas tú a comprar, si el Kindle se fue para el otro barrio hace un par de meses? Vale, los podría leer en el ordenador o en el smartphone utilizando la aplicación correspondiente pero ni es lo mismo ni es igual.
Snif, snif. Llega la navidad. ¿Qué hago ahora? ¿Me tapo los oídos para evitar el dichoso canto de sirena amazónico de cada mañana, de cada semana al menos? ¿Me rasco el bolsillo y complemento con un nuevo Kindle mi resistente Bq?
Hummm…