De sobras es conocida mi aversión por las novelas de cierta extensión. En tiempos mi límite estaba en 400 páginas, de ahí bajé a 300 y, será la vagancia que cada día se hace más fuerte en mí, últimamente con novelas de 200 páginas ya voy servido.
Entonces, te preguntarás tal vez, ¿qué coño hace este hombre hablando de una novela de casi 900 páginas?
Vale, pues te diré que si hubiera sido en papel no la compro ni harto de vino, pero que siendo un ebook (que, como el saber, no ocupa lugar), estando de ofertón (habitualmente a más de 14 euros, una barbaridad, pero a menos de 2 el día que la adquirí), teniendo una buena crítica por parte del colega Torrijos y habiendo leído algunas recomendaciones de otros amigos lectores, pues uno se lía la manta a la cabeza, la descarga en el iPad y se dice que, cuando no tenga nada mejor que hacer…

Y el día que no tenía nada mejor que hacer llegó. El 8 de diciembre, para ser exactos y, como dije en Twitter, tantas horas de vuelo lector te hacen comprender que estás ante algo que tal vez no sea Literatura con mayúsculas (aunque esté excelentemente escrita) pero que lo vas a pasar pipa con un thriller de manual y un protagonista que te va a llevar de la ceca a la meca a toda pastilla, que vas a hacer más kilómetros que el baúl de la Piquer y que, muy mal tienen que darse las cosas, acabarás derrengado, agotado pero sumamente satisfecho.
Y así ha sido: tras cinco días de lectura en huecos sueltos (cada vez más prolongados por la imposibilidad material de soltar el libro), puedo decir que he disfrutado como un niño con este protagonista que usa más seudónimos que mi admirado Westlake, un tipo que no se sabe exactamente qué es (sí, agente de la inteligencia norteamericana, pero no exactamente de la CIA sino mucho más allá de la CIA) pero que nos cuenta, en primera persona, la persecución más vertiginosa e implacable que he leído nunca, la misión abocada al fracaso desde el primer momento (con las terribles consecuencias que ello tendría) si no fuera porque Pilgrim es mucho Pilgrim.
Acabo la lectura a las 00.30 del jueves 14 de diciembre y me voy a la cama en paz: mientras haya agentes como éste, el mundo occidental puede respirar tranquilo.