Los viejos rockeros nunca mueren. Que se lo pregunten si no a Tiki Mercado (¿algo que ver en la elección del apellido el guitarrista y cantante de Carabanchel?), cincuentón, propietario del bar Roxette en el que pincha lo que quiere y programa las actuaciones musicales que le dejan -con licencia sólo para unplugged, muy a su pesar- y, en lo que nos interesa como aficionados al género criminal, miembro de los Mossos d’Esquadra de quita y pon, que tan pronto está en el Cuerpo como lo deja por ocupaciones más gratificantes -gestionar su pub, sin ir más lejos- como se reincorpora cuando la ocasión lo requiere, por ejemplo, si uno de sus compañeros de toda la vida muere en acto de servicio y su jefe -a pesar de la excedencia sigue siendo su jefe- le requiere por considerar que se trata de la persona más adecuada para tratar de arrojar luz sobre los hechos.
Policía infiel, por tanto, pero absolutamente leal a la música que adora, la que constituye su seña de identidad, la que da sentido a su vida de exalcohólico y extoxicómano. Música que nos acompañará de principio a fin en Rezos de vergüenza -como ya lo hiciera en su debut como madero de papel en Melodía quebrada– hasta el punto de que Josep Camps, su padre literario, tiene a bien añadir al final de la novela la playlist que ha sonado a lo largo de la misma, temazos imprescindibles para puristas aficionados al mejor rock (aderezados con unas gotitas poperas de vez en cuando).
Y así, entre acordes y riffs, Mercado comprueba cómo las páginas que le están tocando vivir en este nuevo caso se van manchando con la sangre de quienes se cruzan en su camino, tipos más o menos inocentes, más o menos desgraciados, criminales o supervivientes de la crisis que nos golpea -no a todos por igual, dicho sea de paso- en una investigación que arranca con esa muerte que tan de cerca le toca y la de otro chaval hijo de familia bien -si es que a las familias de los numerarios del Opus Dei se las puede considerar familias bien.
Ambos decapitados. Con motosierra, método que más que al Texas cinematográfico de los años setenta nos conduce al México real de los narcos actuales y sus implacables modales cuando de ajustar cuentas se trata.
Ritmo vivo, capítulos breves, rápidos cambios de escenario y buenos personajes al servicio de un protagonista absoluto -nuestro Tiki Mercado-, siempre con permiso de ese otro protagonista sonoro, esa banda que -sí, así son los tiempos virtuales que nos ha tocado vivir- puedes disfrutar aquí mismo.
Larga vida al rock & roll, larga vida a Tiki Mercado.
Rezos de vergüenza
Josep Camps
Alrevés
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