¿Que todavía no has leído «From Hell»? Hombre, por dios…


Pues esto mismo es lo que a mí me habían dicho ya en más de una ocasión, y creo que fue en la última edición de Bruma Negra en Plentzia (allá a finales de junio del presente año) cuando el tebeo de Moore y Campbell salió a relucir en una de las mesas, la que se dedicó a los crímenes de época.

Debidamente avergonzado, decidí poner fin a tamaño dislate y From Hell fue uno de los primeros títulos que pasaron a engrosar la lista de imprescindibles que confeccioné en pleno verano con la intención de ir adquiriéndolos poco a poco (o mucho a mucho, que cuando me pongo no tengo freno) a la vuelta de vacaciones. Finalmente, no esperé, y el tocho de casi 600 páginas cayó en mi poder a finales de julio, listo para ser degustado a lo largo del mes de agosto.

Lo que me encontré superó con creces mis expectativas, porque esperaba el simple relato de una investigación policial, una versión más de algo sumamente conocido y lo que encuentro es mucho más, empezando porque la versión de los hechos no es precisamente original sino una de las clásicas (con el médico de la familia real cambiando su papel de matasanos por el de mataputas) ni falta que le hace: esa versión archiconocida es más que suficiente para soportar lo que el complejo guion de Alan Moore quiere plasmar.

Lo que me encuentro es el retrato de cómo debió ser la cara más sucia de la sociedad victoriana, con esos sórdidos barrios obreros a los que tanto bien hace el dibujo un tanto apresurado, deslavazado, sumamente ennegrecido de Eddie Campbell.

Lo que me encuentro es con la corrupción policial, con un cuerpo supeditado totalmente al poder ejecutivo y a la real influencia del que emerge una cabeza íntegra como la del investigador encargado del caso, Frederick Abberline. Un Abberline, todo hay que decirlo, no tan íntegro como pueda parecer pero sí dado al arrepentimiento final al asumir su parte de culpa en el proceso investigador.

Lo que me encuentro es a un William Gull desatado, fiel cumplidor del encargo recibido, enloquecido por la sangre que hace derramar, trastornado con sus juegos y teorías masónicas y respetado más que temido por un Netley (el cooperador necesario en sus desmanes) que finalmente acaba temiéndole como al mismo demonio más que respetándole como el caballero que parecía ser.

Lo que me encuentro es a un montón de personajes históricos que, con sus cameos, contribuyen a situar la narración en la época en que se desarrolla así como a explicar algunos de los comportamientos de los protagonistas del cómic.

Lo que me encuentro, cuando ya pensaba que desgraciadamente había terminado la lectura, es con un voluminoso apartado de apéndices necesarios que explican lo que acabo de disfrutar, que cuentan el proceso creativo del protagonista y que te obligan -bendita obligación- a releer el tebeo desde el principio, prestando atención a los detalles que se habían escapado en una primera lectura, tanto en el apartado del texto como en el del dibujo.

Lo que me encuentro en un tebeo complejo, que requiere cierto esfuerzo, siendo esto tal vez lo que haga que se disfrute todavía más.

Y ahora, si eres de los que, como yo, habían oído hablar del tebeo pero todavía no lo habían degustado, ya sabes lo que debes hacer sin dejar pasar mucho tiempo.

10 tebeos (o muchísimos más) que debería leer antes de palmar


Decíamos ayer que hubo un tiempo bastante lejano (cuando todavía existía la EGB y yo era uno de sus alumnos) en el que los tipos con mallas se convirtieron en parte de mi familia, ocupando un lugar privilegiado elementos como el estudiante Peter Parker, el doctor Bruce Banner (conocido entonces como La Masa), el abogado ciego Matt Murdock (por aquel tiempo Dan Defensor, supongo que no encontraron nada que pudiera encajar mejor con la doble D entrelazada que lucía en el pecho cuando se quitaba la toga) o los chicos mutantes del profesor Xavier (entonces conocidos como la Patrulla X). Todo Marvel, como puede verse, superada casi la etapa en la que Bruguera era quien me proveía de buenos ratos a través de las historias ideadas por Ibáñez, Raf, Vázquez y compañía. Bueno, también Asterix y Tintín tenían un generoso hueco en mis estanterías, pero poco más.

Consideradas después (erróneamente) las viñetas como algo demasiado infantil, durante muchos años, muchísimos, las tuve abandonadas hasta que, curiosamente a través de la novela negra (mi siguiente y actual pasión), descubrí a gentes que, aun siendo más jovencitos que yo, ya no podía considerárseles unos niños y seguían disfrutando de los tebeos. Y si ellos lo hacían (siendo además incluso profesores de instituto o respetables trabajadores de la banca), ¿por qué no volver yo a las andadas?

Dicho y hecho: ya talludito me sumergí en una operación nostalgia sin precedentes conocidos y volví a los superhéroes clásicos (ahora en su versión Ultimate) y con nombres como Spiderman (afortunadamente hay cosas que nunca cambian), Hulk, Daredevil o X-Men; incoporé algunas cosas de la competencia (El regreso del caballero oscuro y algunos otros Batman); conocí a la encantadora Elektra de Miller y Sienkiewicz); y descubrí al increíble Alan Moore a través de Watchmen o leí por  fin las historias de Spirit y otros de Eisner o el Rip Kirby, Torpedo…

En estos últimos años han ido cayendo muchos más (no siempre superheroicos, por supuesto: mención especial aquí al Strangehaven de Gary Spencer Millidge recomendado por Fran J. Ortiz de Abandonad toda esperanza), demasiados de ellos en grapas de edición quincenal o mensual, como la conocida saga galáctica que comenzó centrándose en los clásicos y más protagónicos Luke Skywalker, Leia Organa, Han Solo o Darth Vader para derivar en los (¿innecesarios?) spin off con Poe Dameron, Lando Calrisian, Obi-Wan vs Anakin… hasta convertirse en una serie interminable a la que terminas perdiendo el hilo y exclamando ¡basta ya!

Pero basta ya de series, que no de cómics, a los que pienso seguir fiel pero de un modo más coherente, renunciando a estas series que nunca acaban (excepción hecha de dos de la factoría Kirkman que no pienso abandonar: Los muertos vivientes y Ladrón de ladrones) y centrándome en volúmenes con historias completas, integrales, que pueda leer del tirón. Y un modo de hacerlo es confeccionar una lista con algunos de esos títulos que ya debería tener y que, por las razones expuestas más arriba, no llegué a comprar en su momento. Sí, ya tengo cosas como el From Hell de Moore y Campbell (brutal, por qué nadie me obligó a leerlo antes), el V de Vendetta de Moore y Lloyd, el Maus de Spiegelman o el Daredevil: Born Again de Miller y Mazzucchelli.

Así, a partir de consejos de amigos o buscando por internet, en mi lista de tebeos que todo el mundo debería leer ya están Hellboy, La liga de los hombres extraordinarios, Calvin y Hobbes, El eternauta, La vida es buena si no te rindes, Agujero negro, Torso, Criminal, Persépolis

Faltan muchos, lo sé, pero he dicho diez en el titular de este post por decir algo, ya que pretendo que mi lista esté indefinidamente abierta para que esos diez se conviertan en 100, 1000 o 10000: no tengo prisa alguna en marchar al otro barrio y quiero disfrutar de muchas viñetas antes de que ese día llegue.

Y tú que lo veas.

¿Pero qué he hecho yo para padecer el bloqueo del lector?


Sí, del lector, no de ese otro del que tanto se quejan los escritores (que también padezco pero, en este caso, no por falta de ideas sino por escasez de tiempo para desarrollarlas ante el teclado del ordenador) sino del que afecta a muchos lectores habituales que, en algún momento de su vida, sienten que ya nada es como antes.

Bueno, tal vez me esté poniendo demasiado dramático, pero para alguien que se recuerda siempre a sí mismo con la nariz metida entre las páginas de un libro (aunque últimamente me sienta más cómodo ante los píxeles del iPad que se ha convertido en mi soporte de lectura preferido) resulta muy duro comprobar cómo la pila de lecturas pendientes va creciendo al tiempo que disminuyen las ganas de leer cualquiera de los elementos que la componen.

Por qué a mí, si llevo leyendo casi diariamente desde los ocho años, si en la infancia devoré todo lo comestible que había por las estanterías de mi casa y que resultaba adecuado para mi edad (algunos libros releídos en un reto que me impuse al cumplir los cincuenta); por qué a mí, si tras un tiempo de leer compulsivamente tebeos de tipos enfundados en mallas de colorines decidí que aquello no era serio y que había que dedicarse a la «literatura» de verdad; por qué a mí, si desde los treinta el 95 % de mis lecturas contienen algún muerto entre sus páginas…

Ojocuidao llegados a este punto… ¿Y no será demasiado muerto?, me pregunto. ¿Y no serán demasiados libros en la pila de pendientes los que me provocan una cierta sensación de agobio, de considerarme incapaz de rebajarla salvo que…?

Salvo que decida acabar con ella de un manotazo o, siendo menos radical, escondiéndola en un armario; salvo que la quite de mi vista durante un tiempo; salvo que vuelva a las viñetas durante una temporada, hasta que los libros (las novelas) vuelvan a mí.

Estamos trabajando en ello, con lecturas placenteras como la Cámara obscura de Cyril Bonin, desasosegantes como el Maus de Art Spiegelman, inquietantes y sanguinarios como el From Hell de Alan Moore y Eddie Campbell (sí, hasta este verano no lo había leído, qué pasa) y las que están por llegar y al menos ya en mi lista de deseos (mi librero comiquero se va a poner contento).

Cualquier «sacrificio» es poco si con ello consigo quitarme de encima este maldito bloqueo del lector que comienza a preocuparme por encima de mis posibilidades de preocupación

De Maurice Leblanc a Alcide Leblanc a través de las viñetas de Cyril Bonin


Tal día como hoy, 6 de noviembre, fallecía en 1941 y en la localidad francesa de Perpiñán, el escritor Maurice Leblanc, nacido en el seno de una acaudalada familia y quien, tras acabar los estudios de Derecho y trabajar algún tiempo sin demasiado interés en varias empresas de Ruán (su padre era armador de barcos en esa ciudad) decidió trasladarse a París e iniciar su carrera literaria.

Publica varios libros hasta que en 1904 recibe el encargo de escribir un cuento para la revista Je sais Tout: el cuento se titula El arresto de Arséne Lupin y supone el nacimiento -no previsto- de la larga carrera delictiva de este ladrón de guante blanco que se desarrollará a lo largo de casi 20 libros editados entre 1907 y 1935.

Y ha querido la casualidad que hace tan solo una semana terminará la lectura de mi último cómic, esta Cámara obscura de Cyril Bonin editado por Ponent Mon en el que además de la familia Dambroise (papel especial para la hija Séraphine y su tía Alma, mujer adelantada a su época, un espíritu inquieto que sirve de modelo para su sobrina, permanentemente enfrascada en sus lecturas) debemos reconocer el protagonismo del policía responsable de llevar a cabo una investigación con un aroma profundamente clásico (el robo de tres cuadros en la mansión familiar), un tipo altivo, hierático, que responde al nombre de Alcide Leblanc (el tipo del bombín en la viñeta central de esta página).

Historia muy correcta, costumbrista, con una familia adinerada pero no tanto (tiene mayordomo pero no ama de llaves o cocinera, como reconocerá con cierto pesar Simon, el padre de Séraphine y hermano de Alma) que rinde un claro homenaje al padre de Lupin como reconoce el propio autor en los agradecimientos y que me ha proporcionado un buen rato de lectura tras un periodo de cierto bloqueo lector del que tal vez hable en otro momento.

Bien por Leblanc, bien por Bonin.

¿Por qué siempre me entero tarde de lo realmente importante? «Maus», esa jodida maravilla


¿Por qué deben pasar casi veinte años hasta que decido meter en la lista de tebeos imprescindibles que debo ir comprando esta obra maravillosa de Art Spiegelman? ¿Por qué tardar tanto en disfrutar de esta fabulosa (en todos los sentidos) historia?

¿Por qué ninguno de mis amigos especialistas en cómic me lo había recomendado hasta ahora? ¿O sí lo habían hecho y no les presté atención dejándolo siempre para más adelante?

¿Por qué Vladek Spiegelman resulta tan insoportable a pesar de todo lo que tuvo que soportar en su juventud, por qué tan odioso incluso? ¿Por qué ser tan racista siendo judío y habiendo pasado las de Caín?

¿Por qué el autor representa a los alemanes como gatos, a los polacos como cerdos, a los franceses como ranas, a los estadounidenses como perros, a los suecos como ciervos, a los británicos como peces, a los judíos como ratones…?

A los judíos como ratones… Bueno, tal vez esto sí tenga una explicación clara que nos da Art Spiegelman a mitad de narración:

“Mickey Mouse es el ideal más lamentable que jamás haya visto la luz… Un sentimiento sano indica a cualquier joven idependiente y a toda juventud honorable que esa alimaña sucia e inmunda, el mayor portador de bacterias del mundo animal, no puede ser el tipo ideal de animal… ¡Fuera la animalización judía del pueblo! ¡Abajo con Mickey Mouse! ¡Lucid la cruz gamada!”. Artículo de periódico, Pomerania, Alemania, mediados de la década de 1930

Demasiadas preguntas pero lo importante es que, si tú tampoco lo has leído, lo hagas ahora: más vale tarde que nunca.

Cuando Papa Noel se viste de noir


bogey

Don Noel parece conocerme bien y, cada año, antes de hacer acto de presencia en mi humilde morada, se cambia sus tradicionales ropajes de color rojo -aunque cuentan que originalmente vestía de verde- por otros bastante más negros, en consonancia con mis gustos literarios.

Así, de su saco han ido saliendo año tras año joyas como el integral deTorpedo 1936, esa maravilla creada por Sánchez Abulí y Jordi Bernet, con los dos primeros capítulos dibujados por Alex Toth; el Yo, asesino, de Altarriba y Keko, la historia de un encantador asesino en serie, profesor de Historia del Arte en la Universidad del País Vasco cuando no tiene nadie a quien matar; o las casi 1000 páginas en dos volúmenes del Kane de Paul Grist, otra excelencia del mundo de la viñeta criminal.

Todos en riguroso blanco y negro -con algunas salpicaduras de rojo sangre en el caso de Yo, asesino, eso sí.

Este año no podía fallar el gordo de barba blanca y, fiel a su cita, se presenta en casa con Bogey, tebeo de principios de los ochenta con guion de Antonio Segura y dibujos de Leopoldo Sánchez que reedita ahora Ponent Mon.

Historia distópica, ambientada en el siglo XXIX del planeta Blekos II, Bogeyestá protagonizado por un detective con rasgos físicos y de comportamiento que resultan ciertamente familiares para los aficionados al género. Libertad creativa total, se desprende de lo leído en una entrevista con Sánchez que abre este volumen de casi 200 páginas, con una pinta excelente y que, a poco que sobreviva a la gula navideña, caerá más pronto que tarde.

Buen tipo, este Papa Noel.

Se celebra un nuevo curso universitario de verano sobre cómic en Villena (Alicante)


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Los autores Fernando Dagnino y Juaco Vizuete son algunos de los participantes de esta segunda edición

Por segundo año consecutivo y tras el éxito de la edición anterior, dentro del marco de los Cursos de Verano Rafael Altamira de la Universidad de Alicante, se celebrará durante cuatro días del mes de julio de 2015 en la Sede Universitaria de Villena el curso “El cómic: lenguaje, historia y crítica (Una aproximación didáctica al noveno arte y su relación con la literatura y el cine)”. Este curso, que dirigen los profesores Antonio Díez Mediavilla y Francisco Javier Ortiz Hernández, ofrece una serie de aproximaciones al cómic desde varias perspectivas, haciéndose especial hincapié en su relación con otras dos artes narrativas con las que se le suele emparentar: la literatura y el cine.

De este modo, del lunes 20 al jueves 23 de julio y a lo largo de cuatro mañanas y tres tardes, se repasará la historia del noveno arte, desde sus orígenes -sin olvidar sus antecesores, lo que podríamos llamar “protocómic”- hasta nuestros días, con el auge actual de la llamada “novela gráfica”; y se reflexionará acerca de la presencia de la historieta en las bibliotecas y en el ámbito académico. De igual modo, se llevará a cabo un club de lectura y cinefórum a propósito de algunas adaptaciones de cómics a la gran pantalla. Y para terminar, se contará con la presencia de autores como Juaco Vizuete (“Lo primero que me viene a la mente”) o Fernando Dagnino (“Escuadrón Suicida”), el cual trabaja para DC y Dark Horse, y de un editor e historiador de la talla de Antonio Martín; todos ellos, junto al resto de participantes, desvelarán al alumnado algunos de los secretos de la realización de un cómic y los misterios insondables de la industria de la historieta.

El programa del curso, de 30 horas y cuya asistencia da derecho a la obtención de 3 créditos LRU / ECTS, es el siguiente:

Lunes, 20 de julio

09.00 – 10.00 Historia del cómic (I): Los orígenes del cómic. (Francisco J. Ortiz)
10.00 – 11.00 Historia del cómic (II): El cómic de género. (Francisco J. Ortiz)
11.00 – 11.30 descanso
11.30 – 12.30 Historia del cómic (III): El cómic independiente. (Francisco J. Ortiz)
12.30 – 13.30 Historia del cómic (IV): El cómic europeo y español. (Francisco J. Ortiz)
13.30 – 14.30 Historia del cómic (V): El cómic japonés. (Francisco J. Ortiz)
16.00 – 20.00 Del cómic al cine (I). Proyección: «Sin City» / Club de lectura y cinefórum. (Sergio Galindo Mateo)

Martes, 21 de julio

09.00 – 10.00 Cómic y literatura (I): ¿Un lenguaje común? (Francisco J. Ortiz)
10.00 – 11.00 Cómic y literatura (II): El biocómic. (Francisco J. Ortiz)
11.00 – 11.30 descanso
11.30 – 12.30 Cómic y literatura (III): El metacómic. (Francisco J. Ortiz)
12.30 – 13.30 Cómic y literatura (IV): El canon del cómic. (Francisco J. Ortiz)
13.30 – 14.30 Cómic y literatura (V): La adaptación literaria. (Francisco J. Ortiz)
16.00 – 20.00 Del cómic al cine (II). Proyección: «V de Vendetta» / Club de lectura y cinefórum. (Sergio Galindo Mateo)

Miércoles, 22 de julio

09.00 – 10.00 Publicación de un cómic mediante crowdfunding: «El Cauterizador». (Vicente Damián Fernández Gomis)
10.00 – 11.00 Cómo se hace un cómic: las fases del proceso de elaboración. (Vicente Damián Fernández Gomis)
11.00 – 11.30 descanso
11.30 – 12.30 Los superhéroes, de las viñetas a la pantalla (I): DC Comics. (Javier García-Conde Maestre)
12.30 – 13.30 Los superhéroes, de las viñetas a la pantalla (II): Marvel Comics. (Javier García-Conde Maestre)
13.30 – 14.30 Los superhéroes, de las viñetas a la pantalla (III): Los otros superhéroes. (Javier García-Conde Maestre)
16.00 – 17.00 Encuentros con autores (I): Miguel Ángel Escoín («Sin arrugas»)
17.00 – 18.00 Encuentros con autores (II): Juaco Vizuete («El resentido», «El experimento», «Lo primero que me viene a la mente»)
18.00 – 19.00 Encuentros con autores (III): Fernando Dagnino («Suicide Squad», «Captain Midnight»)

Jueves, 23 de julio

09.00 – 10.00 La industria editorial del cómic en España. (Antonio Martín)
10.00 – 11.00 20 años en Cómics Forum: la historia interminable. (Antonio Martín)
11.00 – 11.30 descanso
11.30 – 12.30 El cómic, de la biblioteca al canon escolar. (José Rovira Collado)
12.30 – 13.30 El cómic en el ámbito universitario. (Antonio Díez Mediavilla)

Todo aquel interesado en matricularse en este curso puede hacerlo a través de este enlace: http://web.ua.es/es/verano/informacion-general-de-matricula.html

Más información, en la web de los Cursos de Verano y en el blog oficial del curso.

 

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Novedad editorial: «Hijos del átomo», de VV.AA.


168La Patrulla-X se ha consolidado a lo largo de más de cinco décadas como uno de los hallazgos más felices del universo de los superhéroes. La serie, creada originalmente para Marvel Comics en 1963 por Stan Lee y Jack Kirby, ha experimentado —fiel a su naturaleza mutante— todo tipo de evoluciones, rupturas conceptuales y desarrollos argumentales, e incluso ha inspirado dos exitosas sagas cinematográficas. Pero lo que no ha variado en todo este tiempo es la fascinación que siguen provocando en el gran público personajes como Magneto, el Profesor Charles Xavier, Lobezno o Kitty Pryde. La enorme variedad de interpretaciones de carácter ético, metafísico, científico y político que sugieren sus actos es lo que ha conseguido que La Patrulla-X sea mucho más que entretenimiento para adolescentes.

Este libro colectivo propone analizar La Patrulla-X en ese sentido: como mucho más que un serial en viñetas o una franquicia de películas de alto presupuesto. Los autores participantes en Hijos del átomo, reconocidos especialistas en la cultura del cómic como Raimon Fonseca, Servando Rocha, Óscar Broc, Alberto García Marcos, Gerardo Vilches, Unai Velasco, Eloy Fernández Porta, Jordi Costa, Juan Trejo, Albert Fernández y Octavio Botana desgranan importantes cuestiones de fondo sobre la saga en cada uno de los ensayos: los orígenes de los mutantes y la realidad científica que les envuelve, los orígenes sionistas de Magneto, los conflictos éticos que guían los actos de Charles Xavier o Magneto, la naturaleza mística de Jean Grey, la dimensión transgénero de Mística o el universo Marvel como distopía política y adolescente. En definitiva, el grupo de mutantes con superpoderes como una parábola de nuestro presente.

Hijos del átomo

VV.AA.

Alpha Decay

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Aprende a insultar con elegancia de la mano del capitán Haddock


integral_haddockSi algo supo hacer Tintín a lo largo de su dilatada carrera fue rodearse de un grupo de acompañantes con tanta o más personalidad que el mismo, desde los inefables Hernández y Fernández (Dupond y Dupont en la versión original) al despistado profesor Silvestre Tornasol (inspirado, dicen algunos en Auguste Piccard, inventor del batiscafo: busca una foto del susodicho y comprueba el parecido físico), desde la cantante Bianca Castafiore (artísticamente conocida como el Ruiseñor de Milán) a otros secundarios recurrentes de lujo como Rastapopoulos, Allan Thompson, el general Alcázar, el mayordomo Néstor o el comerciante portugués Oliveira da Figueira.

Y, por supuesto, mi favorito, el tipo del que tengo en el estudio una figura en cartón de metro y pico de altura, agarrado a una farola y sosteniendo en la mano una botella, tal vez de whisky Loch Lomon, su preferido: el bonachón pero irascible capitán Haddock, cuyo nombre de pila, Archibaldo, no conoceremos hasta la última aventura de la serie, Tintín y los pícaros.

haddock

Introducido en la colección en El cangrejo de las pinzas de oro, Haddock se convierte en el inseparable compañero de aventuras de Tintín incluso después de convertirse en multimillonario en El tesoro de Rackham el Rojo y la adquisición del castillo de Moulinsart.

Típico lobo de mar, no se sabe bien si inglés, francés o belga, tocado con su gorra de marinero, impredecible, bondadoso y aventurero, si algo caracteriza a Haddock es su amplísimo vocabulario a la hora de insultar con elegancia: acaparador, cretino de los Balcanes, mercantilista, anacoluto, bachi-buzuc, descamisado, ectoplasma, antropopiteco, archipámpano, nictálope, bebe-sin-sed, giróscopo, coleóptero, zapoteca… y así podría continuar en una casi interminable lista de improperios a cual más original.

Pues bien, si quieres conocer todos y cada uno de los palabros que Haddock emplea a lo largo de la serie, siempre con una breve descripción del mismo y comprobar que, en la mayoría de las ocasiones, poco tiene que ver esa definición académica con el uso que Haddock le quiere atribuir, tienes a tu disposición este diccionario editado por Norma Editorial, 88 páginas en formato apaisado, llenas de buen humor e ilustradas con algunas de las viñetas en las que se puede conocer al capitán en todo su esplendor.

Yo ya tengo mi ejemplar y me he propuesto, a partir de ahora, insultar a diestro y siniestro. Pero, eso sí, con elegancia y sin acritud, como diría aquél.

El integral de los insultos del capitán Haddock

Albert Algoud

Norma Editorial

88 páginas

14 euros

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«Blacksad Integral», un lujo de cómic de Juan Díaz Canales y Juanjo Guarnido


blacksad«Hay mañanas en las que cuesta más trabajo digerir el desayuno. Sobre todo si amaneces frente al cadáver de un viejo amor»

Así arranca la primera entrega –Un lugar entre las sombras– de la genial serie de cinco protagonizada por el gato detective John Blacksad y creada por Juan Díaz Canales como guionista y Juanjo Guarnido.

Blacksad es Marlowe en estado puro, si bien neoyorquino en lugar de angelino. Cínico, duro, seductor, enamoradizo, siempre vestido con su inseparable gabardina -a diferencia del personaje de Chandler, el gato no usa sombrero- quijotesco, con querencia a meterse en más líos de los imprescindibles.

Ambientada en los años 50, Blacksad -residente como digo en Nueva York- no duda en recorrerse los Estados Unidos de punta a punta y lo mismo te lo encuentras en la costa oeste resolviendo el asesinato de un antiguo amor en la ya citada Un lugar entre las sombras que en un barrio con gran presencia de supremacistas blancos en Artic-Nation; en Las Vegas de las primeras pruebas nucleares con la caza de brujas como telón de fondo de Alma roja como en la Nueva Orleans musical y repleta de drogas y vudú de El infierno, el silencio; o, cómo no, recorriendo la mítica Ruta 66 en un Cadillac Eldorado de color Amarillo en compañía de los Kerouac, Ginsberg, Burroughs o Cassady, última entrega de la serie hasta la fecha y con la que se han hecho merecedores del Premio Nacional de Cómic de 2014.

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Catorce años de existencia, decenas de premios -entre ellos tres Eisner en 2011 y 2013 o el Angoulême en 2005-, millón y medio de ejemplares vendidos en Francia -el país que se atrevió a darles una oportunidad a principios del siglo y milenio- y 120.000 en España, Blacksad es, sin duda, una de las mejores series negras que ha dado nuestro país -no olvidemos tampoco el Torpedo de Sánchez Abulí y Jordi Bernet o el Jazz Maynard de Raule y Roger Ibáñez-, una auténtica delicia para los ojos con sus cuidadísimas y detalladas imágenes que conviene contemplar una y otra vez y unos guiones contundentes en la línea más clásica del hard boiled.

Por cierto, que si no los leíste por separado, ahora los tienes en un volumen que recoge los cinco casos, más de 300 maravillosas páginas que los Reyes Magos me han traído este año.

He debido de ser muuuuy bueno, desde luego.

Blacksad Integral

Juan Díaz Canales (guion) y Juanjo Guarnido (dibujo)

Norma Editorial

308 páginas (color). 49 €

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