Como creo que ya nos conocemos, no debería insistir en algo que he dicho en múltiples ocasiones, tanto en el blog como en reseñas publicadas en otros medios o en redes sociales: los asesinos en serie y yo no hacemos buenas migas, y ello se debe a (entre otras razones):
1.- No me resultan creíbles.
2.- No entiendo esa desmedida afición a desafiar al poli de turno, que bastante tiene ya con los criminales normales como para tener que ocuparse de auténticos descerebrados.
3.- Siempre he sido más de producción artesanal que de asesinatos que parecen salidos de una cadena de montaje, todos tan iguales, todos tan regulares…
Por eso cuando me llega La penitencia del alfil, de Rafa Melero Rojo y leo la sinopsis, me digo, «Buf, ya estamos otra vez con el psicópata inadaptado que me va a amargar la vida durante dos o tres tardes».
Pero claro, la novela (o el autor) cuenta con algunos avales que me hacen mirarla con otros ojos un poco más libres de prejuicios:
1.- Su anterior (y primer) trabajo fue editado por Lorenzo Silva a través de Playa de Ákaba.
2.- La novela que nos ocupa viene con el respaldo de Alrevés, una de las editoriales punteras en género negro en la actualidad.
3.- Marta, responsable del blog Leer sin prisa y que conoce bien mis gustos, me la recomienda a pesar de mi aversión por este tipo de novelas.
Así que me pongo a ello con ganas y veo que no son dos o tres tardes sino cuatro. Y que no me las amarga en absoluto, sino que las disfruto de principio a fin, si bien el arranque me resulta un tanto confuso debido a los saltos en el espacio y en el tiempo con que Melero ha decidido estructurar la novela.
Me gusta la profusión de personajes y su adscripción a diversos cuerpos policiales, me gustan las relaciones personales y profesionales que se establecen entre ellos.
Me gusta el modo en que el autor administra la intriga, lo que el lector debe saber en cada momento para no ir por delante ni por detrás de los investigadores, sino de la mano y a la par de Xavi Masip y Alejandro Arralongo, Mosso d’Esquadra en excedencia y policía nacional jubilado respectivamente.
Me gustan los puntos de giro, los trucos de buen mago que se saca de la manga sin que eso suponga engaño alguno para el lector sino, como hacen los grandes prestidigitadores, haciendo que fijes tu atención en una mano mientras lo trascendente lo hace con la otra.
Me resulta un poco forzado (imposible sacudirme de un plumazo mis prejuicios) el perfil del asesino, pero no soy ni criminólogo ni psicólogo, desconozco casi todo del funcionamiento de la mente humana normal y ni te cuento de la criminal, así que igual yo estoy equivocado y esto es más habitual de lo que parece.
No he leído la novela anterior de Rafa Melero, La ira del Fénix, pero estoy dispuesto a hacerle un hueco en cuanto tenga un rato libre.
Y eso, creo, dice mucho del buen hacer literario de un escritor que ha conseguido que un escéptico como yo mire estas novelas (esta novela) con otros ojos. Pero ojo (redundo), sólo si vienen con los avales anteriormente citados, tampoco nos pasemos.

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