Sin sorpresas: lo más visto en mi Instragram en octubre es…


Retomo con mesura mi cuenta de Instagram y observo (como intuía) que se «me quiere» más por mis libros que por otras facetas de mi vida con un smartphone en la mano.

Así, mis tres publicaciones más likeadas del mes son:

Veremos que nos depara el mes de noviembre.

Instagram

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1 año en Instagram


Apasionado como soy de las redes sociales, allá a mitad del mes de febrero decidí abrir cuenta en una de las pocas que me faltaban para tener completa la colección: Instagram.

No conocía las claves de su funcionamiento (sigo sin tenerlas muy claras), pero me atraía, cómo no, su potencialidad visual, su franco crecimiento según contaban los especialistas (casi en paralelo al estancamiento de Twitter) y las posibilidades de encontrar un uso adecuado a mis intereses y aficiones: sí, la literatura en general y la novela negra en particular sin descuidar algunas cosillas más personales que voy encontrando por mis calles (no selfies, por supuesto, que uno es consciente de sus limitaciones ante un objetivo).

Una red muy diferente de las demás, en la que no se pueden añadir enlaces que conduzcan a tus seguidores a donde tú quieras (un contenido de tu blog, por ejemplo) o en la que regramear (bonito palabro para hablar de compartir o retuitear) es casi misión imposible y, cuando se puede, debe hacerse a través de aplicaciones de terceros.

Y, sin embargo, al poco de usarla y de conseguir algunos seguidores, me percato de algo fundamental: el alto volumen de interacción que alcanzan las publicaciones (en mi caso, en los últimos meses, casi el 10 % de mi número de seguidores le da al corazoncito de «me gusta» o pone un comentario en cada una de las publicaciones; esto, en términos de Twitter, me daría unas 300 interacciones por tuit, nada más lejos de la realidad).

Un año de Instagram, 160 seguidos, 265 seguidores, 6.392 «me gusta», 349 comentarios, 500 imágenes publicadas y algunas ideas más claras acerca de cómo debe ser mi casita allí. Te dejo aquí unas pocas de esas 500 imágenes (24 en total que considero representan bastante bien la cuenta y muestran su evolución) y, por supuesto, la invitación a vernos por allí si te apetece.

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A por mi segundo Marcelo Luján #novelanegra #books

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Sopa de letras en #zaragoza

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Auténticas joyas literarias juveniles #libros #books

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Coño, y yo sin enterarme #noticias #prensa #Zaragoza

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Verano azul, otoño gris #street #urban #Zaragoza

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7 días, 7 instantáneas


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Marchando una doble de Tintin y Haddock #comics

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Peliculón en La 2: Atraco a las tres #cine

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Insta-reseñando «Abbie», de Sergi Escudero


 

Abbie es la primera novela publicada por Sergi Escudero, barcelonés y periodista freelance para diversos medios, entre ellos Vice Spain o el suplemento Cultura/s de La Vanguardia. Abbie es, también, el nombre de un bar clandestino ubicado en un piso de la Barceloneta -no todo van a ser apartamentos de alquiler para turistas-, abierto por un camionero retirado que quiere pasar los últimos días de su vida laboral haciendo algo muy diferente a lo que le ha dado de comer durante varias décadas.

En él se dan cita personajes variopintos, unos de paso y otros pertenecientes a esa parroquia fija que cualquiera de nosotros puede encontrar en cualquiera de los bares que hemos convertido en nuestra segunda residencia. La absenta corre como el agua, también los porros, el ácido, las buenas conversaciones y la ausencia de tabúes que permite que, en el momento más insospechado, alguno (a) de los habituales te invite a participar en una partida de strip poker. ¿Cómo negarse ante la insistencia y, por qué no decirlo, el imponente cuerpo de una muchacha como la que acaba de sentarse a tu lado?

Uno de esos clientes fijos es Marc Samper, periodista que malvive como puede con artículos por los que recibe cuatro perras. Hasta que a su buzón de correo electrónico llega el búfalo blanco que todo periodista espera en forma de anónimos detallando con pelos y señales el cómo y porqué de una trama de corrupción internacional en la que están implicados altos -muy altos- cargos del Gobierno.

¿Por qué a él? ¿Con qué intención? Y, lo más importante, ¿dónde publicar la información cuando todos los medios están sometidos al poder político a través de directivos y publicidad institucional, por ejemplo?

La novela, breve -quizás demasiado-, se lee bien, mantiene el interés por la trama y personajes, también por ese Abbie que es uno más de entre todos ellos. Una historia bien narrada que tal vez padezca del mal que suele aquejar a muchas primeras novelas: el deseo del autor de contar demasiadas cosas -cuando una novela debe, en mi opinión, centrarse en un único tema, tiempo habrá para desarrollar otros- en pocas páginas, lo que da lugar a que no se saque todo el partido que merecen algunos personajes y esa trama de corrupción política de la que hablamos y que podría ser el hilo conductor de la novela quede algo diluida y resuelta con demasiada precipitación.

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La semana en imágenes (I)


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Que nos mojamos… #zaragoza #rain

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Que los árboles no te impidan ver el bosque #Zaragoza

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Insta-reseñando «El mal camino», de Mikel Santiago


 

Como sucediera con su primera novela, La última noche en Tremore Beach, de la que ya escribí en su día en Calibre .38, Ediciones B tiene el detallazo de enviarme, con la debida antelación, las galeradas del que será su segundo trabajo: El mal camino.

Junto a las galeradas, una advertencia: que no escriba nada sobre ella hasta que la novela esté a disposición del respetable, allá a principios de junio. Les juro que así será.

La leo, me muerdo los puños, aparto de mí este caliz una y otra vez para no caer en la tentación de romper mi juramento (más bien promesa, siempre he sido «sector laico») y me comporto como he dicho que iba a hacerlo.

Veo por fin que ya está a la venta y me lanzo a escribir unas líneas sobre este segundo trabajo de Santiago, tan tenso, adictivo y enigmático como el primero pero más «maduro»: si en Tremore Beach había una cierta precipitación final tras la larga y tensa calma en que trascurre la mayor parte de la novela, en El mal camino, aunque también con traca final, el tempo está mejor administrado y ya desde el comienzo el lector sabrá, más que intuirá, que algo gordo va a suceder. Eso, sí, siempre con la duda si lo que sucede en torno al protagonista, el escritor Bert Amandale, es algo real o fruto de sus paranoias.

Porque todo arranca en la plácida Provenza francesa, un entorno bucólico en el que encontramos al citado Bert y su familia -mujer e hija adolescente- y, a pocos kilómetros, a su mejor amigo, Chucks Basil, músico adicto a todo tipo de sustancias que se ha trasladado a la región tratando de terminar su nuevo trabajo. Todo muy bonito -si bien no exento de cierta tensión entre Chucks, Bert y señora por entender ésta que el músico no es una muy buena influencia para la hija adolescente- hasta que tiene lugar el accidente en el que Chucks dice haber atropellado y matado a un hombre. Dramático, pero no deja de ser un accidente más. El problema viene cuando el cadáver no aparece y Bert comienza a dudar del equilibrio mental de su amigo.

Del suyo propio dudará más adelante.

Mikel Santiago ha encontrado el tono adecuado, sabe qué cuerda tocar en cada momento para que sus obras evolucionen in crescendo desde la primera línea y consigue lo que pocos autores: que el lector, llegado a la última página, diga «quiero más como esto».

Habrá que esperar, claro.

 

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Insta-reseñando «Albatros», de Gabri Ródenas


 

¿Te imaginas un mundo en el que una serie de hombres poderosos, dueños y señores de las finanzas, dictasen desde la sombra las medidas que los gobiernos de los principales países del mundo deberían imponer a los ciudadanos? Improbable, ¿no?

¿Un mundo en el que hubiera desaparecido lo analógico y todo fuera digital y, por tanto, mucho más volátil y manipulable? ¿en el que sus habitantes estuvieran permanentemente conectados a la red, único lugar en el que plasmar su malestar, siempre vigilado por algoritmos cada vez más perfectos que detectasen nuestros gustos, aficiones, inquietudes…?

¿Un mundo de drones nacidos como inofensivos repartidores «amazónicos» pero de potenciales e insospechados usos menos inocentes?

¿Te suena?

A Gabri Ródenas también, pero tiene el detalle de no querer preocupar demasiado al lector y traslada ese mundo a un futuro, eso sí, no demasiado lejano, situado en el año 2036. Y crea Ródenas un mundo en el que esos señores de las finanzas han decidido quitarse la careta, dar un paso al frente, destituir a unos gobiernos indeseados a los que previamente se han encargado de corromper hasta las cachas y mostrar a la ciudadanía el camino correcto, el de un universo sin políticos innecesarios e inútiles pues ellos son los que, en última instancia, tienen la solución a nuestros problemas asegurándonos un bienestar más o menos moderado a cambio de renunciar a ciertas libertades (por nuestro propio bien, por supuesto, siempre pensando en la seguridad como máxima irrenunciable).

Imagínate ahora que algunos de los miembros de ese poderoso clan tuviera un gusto desmedido por el sexo extremo, siempre sin el consentimiento de la otra parte. Imagina que parte de la otra parte (las mujeres violentadas) decidieran vengarse de sus impunes violadores, se pusieran en contacto con un guapo matemático maestro de esgrima, reclutaran un ejército femenino de ninjas y trazasen un plan que permitiera mostrar al mundo las verdaderas intenciones de quienes se han hecho con el poder con el consentimiento forzado o interesado de los gobernados.

Imaginación a raudales, humor, rocambolerismo comedido, cierto frikismo y exaltación de la cultura más pop, reminiscencias a Kill Bill (esa portada tan amarilla, esas ninjas, ese deseo de justa venganza) y O-Ren Ishii y su Escuadrón Asesino Víbora Letal y un protagonista, Albatros, que una y otra vez me hace pensar en el elegante, inteligente, sofisticado, apuesto y enigmático Nicholai Alexandrovich Hel que inventara el genial Trevanian para su novela Shibumi.

Albatros, una novela distópica pero no tanto con la que he pasado un par de tardes francamente divertidas. Toda la información sobre la novela, en esta estupenda web.

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Se ha colado un criminal en mi Instagram


Criminal. Karin Slaughter (traducción de Juan Castilla Plaza). Roca Editorial.

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Insta-reseñando «Un filo de luz», de Andrea Camilleri


 

Cada vez que hago la tontería de arrojar una moneda a alguna fuente (famosa o no) haciéndola pasar por encima de mi hombro me formulo el mismo deseo: de mayor quiero ser Camilleri, 90 años y un humor y una lucidez a prueba de bombas.

Lo demuestra de nuevo en la última novela de la serie de Montalbano que acaba de llegar a las librerías, Un filo de luz, en la que queda patente que los dos sicilianos (autor y personaje) se encuentran en plena forma.

Montalbano me alegra el día, las dos tardes del fin de semana, haciéndome disfrutar con sus problemas con las mujeres (los habituales con Livia y los recién adquiridos con Marian, su última conquista), su adoración por Adelì, su relación personal y profesional con Catarella, Fazio, Gallo y Mimì Augello que, una vez más, se mete de lleno en su papel de policía astuto y ligón profesional.

Disfruto con los sueños del comisario, a quien Camilleri parece dotar cada día de más libertad para conducirse como le venga en gana (supongo que son privilegios de la edad o que la veteranía es un grado).

Disfruto con sus comidas en la trattoria de Enzo y con sus paseos por el espigón hasta esa roca en la que, desde hace algún tiempo, una familia de cangrejos es testigo de las reflexiones de Salvo.

Disfruto con los temas habituales en el siciliano: los cuernos, los celos, los contactos informales con representantes legales de la mafia, la inmigración… Si algo funciona, para qué cambiarlo, ¿no? Y, además, ¿no son esos los motivos por los que se mata en cualquier parte razonable del mundo y no por esa peregrina e incomprensible razón de los serial killers de desafiar al investigador al mando del caso?

Disfruto porque, con el tiempo, todos estos personajes son parte ya de mi familia. Y disfruto y aplaudo con las orejas un desenlace (uno de los desenlaces, que Camilleri siempre o casi siempre obliga a Montalbano a resolver más de un caso por novela) inesperado, sorprendente y altamente emotivo que conecta a comisario y lector fiel con el pasado literario del personaje, con algo sucedido en una de las primeras novelas de la serie y que marcó durante un buen tiempo la vida personal de Salvo y Livia.

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Insta-reseñando «La penitencia del alfil», de Rafa Melero Rojo


 

Como creo que ya nos conocemos, no debería insistir en algo que he dicho en múltiples ocasiones, tanto en el blog como en reseñas publicadas en otros medios o en redes sociales: los asesinos en serie y yo no hacemos buenas migas, y ello se debe a (entre otras razones):

1.- No me resultan creíbles.

2.- No entiendo esa desmedida afición a desafiar al poli de turno, que bastante tiene ya con los criminales normales como para tener que ocuparse de auténticos descerebrados.

3.- Siempre he sido más de producción artesanal que de asesinatos que parecen salidos de una cadena de montaje, todos tan iguales, todos tan regulares…

Por eso cuando me llega La penitencia del alfil, de Rafa Melero Rojo y leo la sinopsis, me digo, «Buf, ya estamos otra vez con el psicópata inadaptado que me va a amargar la vida durante dos o tres tardes».

Pero claro, la novela (o el autor) cuenta con algunos avales que me hacen mirarla con otros ojos un poco más libres de prejuicios:

1.- Su anterior (y primer) trabajo fue editado por Lorenzo Silva a través de Playa de Ákaba.

2.- La novela que nos ocupa viene con el respaldo de Alrevés, una de las editoriales punteras en género negro en la actualidad.

3.- Marta, responsable del blog Leer sin prisa y que conoce bien mis gustos, me la recomienda a pesar de mi aversión por este tipo de novelas.

Así que me pongo a ello con ganas y veo que no son dos o tres tardes sino cuatro. Y que no me las amarga en absoluto, sino que las disfruto de principio a fin, si bien el arranque me resulta un tanto confuso debido a los saltos en el espacio y en el tiempo con que Melero ha decidido estructurar la novela.

Me gusta la profusión de personajes y su adscripción a diversos cuerpos policiales, me gustan las relaciones personales y profesionales que se establecen entre ellos.

Me gusta el modo en que el autor administra la intriga, lo que el lector debe saber en cada momento para no ir por delante ni por detrás de los investigadores, sino de la mano y a la par de Xavi Masip y Alejandro Arralongo, Mosso d’Esquadra en excedencia y policía nacional jubilado respectivamente.

Me gustan los puntos de giro, los trucos de buen mago que se saca de la manga sin que eso suponga engaño alguno para el lector sino, como hacen los grandes prestidigitadores, haciendo que fijes tu atención en una mano mientras lo trascendente lo hace con la otra.

Me resulta un poco forzado (imposible sacudirme de un plumazo mis prejuicios) el perfil del asesino, pero no soy ni criminólogo ni psicólogo, desconozco casi todo del funcionamiento de la mente humana normal y ni te cuento de la criminal, así que igual yo estoy equivocado y esto es más habitual de lo que parece.

No he leído la novela anterior de Rafa Melero, La ira del Fénix, pero estoy dispuesto a hacerle un hueco en cuanto tenga un rato libre.

Y eso, creo, dice mucho del buen hacer literario de un escritor que ha conseguido que un escéptico como yo mire estas novelas (esta novela) con otros ojos. Pero ojo (redundo), sólo si vienen con los avales anteriormente citados, tampoco nos pasemos.

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