Cuestión de recalificaciones


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Y, como bien me ha explicado Blanca esta misma mañana, hace veinticinco años, Camilo Lalueza llevó a cabo otra de sus operaciones maestras dentro del mundo inmobiliario al poner su punto de mira en un céntrico solar que se había convertido en un nido de ratas además de en una patata caliente en manos de las diversas administraciones de la ciudad. Disputas partidistas y diferentes interpretaciones acerca de las competencias de cada cual habían transformado el antiguo Teatro Fleta en un erial lleno de maleza, conservándose tan sólo parte del graderío como si se tratase de los restos de un teatro romano levantado en el siglo xx. Plenamente conocedor de los mecanismos institucionales, logró sin demasiado esfuerzo permutar unos terrenos rústicos en las afueras de la ciudad por el esqueleto del teatro con el compromiso firme de rehabilitarlo con sus propios medios. Pero un accidental derrumbe de lo poco que quedaba en pie y la oportuna recalificación urbanística posterior le permitió, poco tiempo después, edificar en ese emblemático lugar la torre de cuarenta pisos que pasó a convertirse en la construcción más alta de la capital y sede de la Corporación que dirige este hombre hecho a sí mismo. Todo un ejemplo para la clase empresarial del país, desde luego.

Fragmento de Cuestión de galones, puntos de venta en la web de la editorial

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Inframuriendas


Todo esto era antiguamente territorio lolailo. En la actualidad, los nativos calós se concentran en un par de manzanas; el resto se lo reparten, en extraña armonía, negros, moros, payoponis y chinos en un crisol de culturas difícilmente superable. Los musulmanes se concentran mayoritariamente al principio -o final, según se mire- de la calle de las Armas. Será que el pasado tira lo suyo y, tal vez sin saberlo, se fueron reuniendo en torno al cementerio árabe hallado en la plaza de santo Domingo a principios de siglo cuando, en plena faena de sustitución de tuberías, aparecieron decenas de esqueletos dispuestos en posición fetal y mirando a la Meca, como el imán Islam cada vez que le nombras a la de la guadaña.

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Los diferentes tipos de habitantes del barrio también se reparten los bajos de los edificios en función de su nacionalidad o etnia: los moros, peluquerías, locutorios y alguna tiendecita en la que venden semola en sacos de veinte kilos; los chinos, bares y bazares; los gitanos y negros, no ejercen comercio alguno, al menos de un modo visible; y los payoponis, a pesar de su estatura, se limitan a jugar a voleibol en una pista improvisada en un solar abandonado en el que curiosamente, alguien ha colgado un cartel que dice “Esto no es un solar”.

Se nos está haciendo tarde: el mocoso de ayer nos dijo que podríamos encontrar a Fátima a primera hora y, al margen de lo que por aquí entiendan por primera hora, son ya las diez y me temo que podamos quedarnos de nuevo sin ver a la viuda de Ali. Afortunadamente, cuando nos acercamos a su portal tras haber decidido que podemos empezar la visita y posponer el registro para cuando llegue Rubén, vemos cómo el secretario dobla una esquina a unos cien metros de la vivienda y acelera el paso al reconocernos.

Sara le apremia todavía más dando unas palmaditas como quien llama al sereno. Rubén tuerce el gesto y se frena de golpe en señal de protesta.

-Claro, como vosotros vais a todas partes motorizados… Dependiendo del transporte público os querría yo ver, que con los últimos recortes en Justicia ni vehículos oficiales -salvo que tenga que ir el juez a hacer la compra- ni hostias.

-Haber elegido otra profesión, no te jode…

-Venga, chicos -trato de poner paz-, dejad de hacer manitas, ya tendréis tiempo más tarde y vamos ahora al tajo, a ver si se nos larga la Fátima y perdemos la mañana aquí.

Rubén sonríe; Sara, no precisamente, como era de esperar. En cualquier caso, consigo que dejen sus cosas de lado y podemos, por fin, enfrentarnos a las cuatro plantas sin ascensor que nos separan de la vivienda de Muhammad Ali.

Vivienda es decir mucho. Infravivienda le va grande. Dejémoslo en “lugar infecto que haría acogedoras las mazmorras de la Santa Inquisición”.

Fragmento de la segunda de mis novelas -todavía en fase de redacción- protagonizada por Ulises Sopena. Si quieres leer la primera, Cuestión de galones, puedes acceder a todos los puntos de venta (Amazon, IbookStore, Smashwords, Edibooks, Corte Inglés, Grammata…) desde la web de la editorial, en la que también lo podrás comprar en formato epub sin anticopia DRM. PVP: 3.99 euros.

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«Manda flores a mi entierro» en ebook. Portada y sinopsis


Todo parece indicar que Mercedes Samper, una acaudalada mujer, se ha suicidado para no tener que sufrir los últimos rigores de una enfermedad terminal. Así lo piensan todos sus familiares y la policía es de la misma opinión. Sin embargo, un inspector que en sus ratos libres se dedica a redondear su sueldo con investigaciones privadas, pronto descubre que hay un pequeño, mínimo detalle que rompe la armonía del conjunto…

«Manda flores a mi entierro», una novela ambientada en la Zaragoza actual y en unos ambientes cotidianos, desprende el aroma propio de los clásicos policiacos: un individuo, contra todo lo establecido e incluso contra todo lo conveniente, se va introduciendo poco a poco en una historia que, levantadas las primeras capas que le dan un tono respetable y humano, acaba mostrando una realidad distinta y, al fondo de todo, un pasado cenagoso.

Si quieres ir abriendo boca, puedes leer esta reseña que el escritor cubano Amir Valle hizo de la edición impresa de 2007

Próximamente en Literaturas com Libros

Ya en Google Play


Hasta ahora, mis dos novelas publicadas en formato electrónico estaban disponibles en las plataformas habituales, para todo tipo de ereaders o dispositivos de Apple (iPad, iPod o iPhone). Pues bien, desde ya mismo, si lo que tienes es una tablet o smartphone con sistema Android, ya puedes descargarte las primeras páginas en un solo clic desde Google Play y, si es el caso, comprarlas al módico precio de 3.79 euros cada una.

Más fácil, imposible. Y aunque solo sea para que veas lo bien que lucen en esos cacharretes, te animo a que te descargues la vista previa de cualquiera de ellas (o las dos, ya que es gratis) en los siguientes enlaces:

Cuestión de galones

https://play.google.com/store/books/details/Ricardo_Bosque_Cuesti%C3%B3n_de_Galones?id=mmMqEcpq17cC&feature=search_result#?t=W251bGwsMSwxLDEsImJvb2stbW1NcUVjcHExN2NDIl0.

El último avión a Lisboa

https://play.google.com/store/books/details?id=CeGyQqcI__oC&feature=md

 

«El último avión a Lisboa», ya en ebook


En junio de 2000 publiqué mi primera novela, El último avión a Lisboa. Pues bien, doce años más tarde y haciendo caso a eso de que hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad, lo impreso en su día se convierte en digital y la misma novela, pero profundamente revisada en el fondo y en la forma, aparece editada en formato ebook, disponible para cualquier lector del mercado o para las tablets también de cualquier tipo.

El precio, muy razonable, creo: 3,99 euros e incluso algunos céntimos menos en determinadas tiendas de internet que ofrecen precios especiales durante tiempo limitado.

Si tienes un Kindle lo puedes descargar desde Amazon. Para el resto de tiendas y formatos, desde la web de la editorial, donde también lo tienes en formato epub sin anticopia.

SINOPSIS:

En la triste y depauperada España de posguerra, donde aún colea la escasez, el racionamiento y la grisura, Antonio es un conserje de ministerio pluriempleado por las tardes y noches como acomodador en un cine. En medio de una vida anodina, apretado además por las sospechas de su jefe, que piensa de él que no es muy afecto al régimen, Antonio contempla con envidia las vidas y los heroicos caracteres de los personajes de la pantalla. Hasta que un día, Rick, el protagonista de Casablanca, esa película que tantas veces ha visto y se sabe de memoria, suelta de pronto una lágrima cuando el avión en que se va Ilsa despega rumbo a Lisboa…

Fascinante juego entre la realidad real y la realidad fingida, que llegan a entremezclarse de una forma sorprendente, “El último avión a Lisboa” es una pregunta abierta sobre nosotros mismos y el papel que a veces nos obligan a cumplir en la vida, sobre el guion ajeno que parecemos tener que seguir y la manera en que, quizá, pudiéramos huir de él.

El último avión a Lisboa. Portada y sinopsis


En la triste y depauperada España de posguerra, donde aún colea la escasez, el racionamiento y la grisura, Antonio es un conserje de ministerio pluriempleado por las tardes y noches como acomodador en un cine. En medio de una vida anodina, apretado además por las sospechas de su jefe, que piensa de él que no es muy afecto al régimen, Antonio contempla con envidia las vidas y los heroicos caracteres de los personajes de la pantalla. Hasta que un día, Rick, el protagonista de Casablanca, esa película que tantas veces ha visto y se sabe de memoria, suelta de pronto una lágrima cuando el avión en que se va Ilsa despega rumbo a Lisboa…

Fascinante juego entre la realidad real y la realidad fingida, que llegan a entremezclarse de una forma sorprendente, «El último avión a Lisboa» es una pregunta abierta sobre nosotros mismos y el papel que a veces nos obligan a cumplir en la vida, sobre el guion ajeno que parecemos tener que seguir y la manera en que, quizás, pudiéramos huir
de él.

Muy pronto en formato ebook en Literaturas com Libros.

Más información sobre la novela en la web El último avión a Lisboa

Alianza de Civilizaciones


Cansado se levanta de su sillón y amplía su radio de giro al comenzar a dar vueltas alrededor de nosotros. Si no fuera porque viste de blanco riguroso -es un clásico y jamás se le ha visto con un uniforme diferente del compuesto por bermudas, camisa de manga corta y calcetines altos, todo ello de un blanco inmaculado- y porque le considero un buen hombre incapaz de maldad alguna, se diría que es un buitre sobrevolando a quienes sabe van a terminar mal de un momento a otro.

-En efecto, no es mucho pero es lo que se puede hacer de momento. Y me alegra ver que parece que va sentando usted la cabeza y ha comprendido a la perfección la diferencia entre un inmigrante ilegal de origen norteafricano y un ciudadano presuntamente legal y miembro activo de la comunidad musulmana. Más exactamente, la diferencia entre las consecuencias que nos podría acarrear el mismo trato dispensado a esos dos perfiles distintos, que ya se sabe que unos somos más iguales ante la ley que otros. Además, con lo de la Alianza de Civilizaciones y todas esas mandangas debemos ser extremadamente cautos en investigaciones de este tipo, ya sabe a lo que me refiero.

-Por supuesto, coronel, y le repito que no debe preocuparse en absoluto al respecto que nos ocupa, que llevaremos al límite de la eficiencia las precauciones y procedimientos a seguir y que reportaremos informe puntual de cuantas evidencias coyunturales puedan afectar a la investigación en curso.

Cansado se muestra convencido -o aburrido, o despistado, no sé bien- con mi perorata formalista. Sara, por su parte, me ofrece la primera sonrisa contenida desde que hemos aparcado hace un rato el “affaire Rubén”, para lo cual se cubre el rostro con la mano derecha mientras desvía la mirada hacia la pared opuesta al punto en que se encuentra Cansado.

-Bien, pues aunque no debería hacerlo, confío en ustedes. Y espero no arrepentirme ni verme involucrado en un lamentable conflicto diplomático en estos últimos meses de carrera que me quedan. En fin, que sea lo que dios quiera.

-Insisto, coronel, no tiene porque preocuparse, andaremos con pies de plomo.

-Está bien, está bien, por mucho que lo repita no va a terminar de convencerme. Bien, si no hay nada más, ya pueden retirarse e ir a hacer su trabajo.

-Con su permiso coronel.

-Y, por favor…

-¿Sí?

-Tengan cuidado ahí fuera.

Salimos del despacho. No hemos alcanzado todavía el ascensor cuando Sara me pregunta por la aludida Alianza de Civilizaciones.

-Nada, una chorrada de principios de siglo, una entelequia surgida de la mente de un idealista inocentón y un tanto mediocre. Pero tú igual ni habías nacido, claro, cómo vas a acordarte; yo no tenía ni diez años, pero con la paliza que daba mi padre con las gilipolleces del tal Zapatero… De todos modos, te haré una confidencia: yo siempre he sido más de la Alianza Rebelde.

-Tampoco me suena.

-Claro, es que esa es todavía más antigua, si quieres te lo explico por el camino. Verás, hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana…

 

Fragmento de la segunda de mis novelas novelas -todavía en fase de redacción- protagonizada por Ulises Sopena. Si quieres leer el primero, Cuestión de galones, puedes acceder a todos los puntos de venta (Amazon, IbookStore, Smashwords, Edibooks, Corte Inglés, Grammata…) desde la web de la editorial, en la que también lo podrás comprar en formato epub sin anticopia DRM. PVP: 3.99 euros.

«Cuestión de galones», vista por Alberto Díaz-Villaseñor


“Cuestión de galones”, de Ricardo Bosque, es un buen ejemplo de cómo una trama policíaca no tiene por qué beber siempre de la sordidez y el escenario tópico que suelen ser recurrentes en el género. “Cuestión de galones” es un inteligentísimo texto cuya trama se desarrolla en una Zaragoza moderna y futurista, donde medran unos personajes de beautiful people absolutamente alejados en fondo y forma de lo que muchos creen que deben ser quienes nadan en este tipo de historias. No hay Santos Trinidad de aspecto grunge, ni polis amargados o fracasados con vidas personales insostenibles y autodestructivas, antes al contrario, los protagonistas se adivinan guapos, ricos (menos los policía, claro) y jóvenes (con alguna excepción).

Lee la reseña que Alberto Díaz-Villaseñor hace de mi última novela en El Marcapáginas

¿Perseguido?


Aprovecha que esa tarde no hay sesión para acudir a la proyección de la noche dando un largo paseo que le ayude a poner en orden sus ideas. Camina durante varias horas callejeando por el centro, convencido de que entre el gentío no tiene nada que temer. Cuando finalmente se encamina hacia el cine son ya las ocho de la tarde. Ha oscurecido por completo y una fina lluvia comienza a caer sobre la ciudad. Acelera el paso, arrimándose a las paredes en busca de la cicatera protección que le brindan los voladizos de los edificios. Las calles empiezan a vaciarse. Al llegar a la esquina, siente el impulso de mirar hacia atrás: ha creído notar la presencia de alguien a su espalda. Se vuelve y cree ver cómo un individuo se guarece en un portal. Sigue caminando con pasos más rápidos y girando, inquieto, la cabeza cada pocos metros. Cruza la calzada a la carrera y, ya desde la otra acera, puede ver a un hombre vestido con un viejo abrigo oscuro, demasiado grande para él. Usa un sombrero que le oculta parte del rostro y luce una poblada barba. Con las manos en los bolsillos del abrigo le contempla con absoluto descaro y Antonio, despavorido, echa a correr. Sin saber muy bien por qué calles se interna y temeroso de desembocar en algún callejón sin salida, da varios rodeos para evitar que el desconocido le pueda seguir hasta el cine.

Fragmento de «El último avión a Lisboa», también disponible en ebook (Literaturas com Libros)

 

Google Play vs Amazon


Como propietario de un smartphone con sistema operativo Android que soy, ya llevo un par de años recurriendo al Market cada vez que quiero descargarme alguna aplicación gratuita para mi móvil, ya sea una simple brújula, un acceso a la prensa diaria, las correspondientes a las redes sociales que frecuento (Facebook, Twitter, Google Plus)…

Recientemente, Market pasó a llamarse Google Play y amplió sus servicios, añadiendo a la tienda de aplicaciones (gratuitas y de pago) otra para vender películas y otra de libros. Estas dos últimas no las conocía aunque había oído hablar de ellas y esta mañana…

Esta mañana he accedido a la citada Google Play para actualizar una de las aplicaciones que empleo habitualmente y, no sé por qué, me ha dado por pulsar en el acceso a la tienda de libros. Primera sorpresa: la portada que me recibe es la de la última novela de Toni Hill, de quien ya tuve ocasión de disfrutar hace unos meses de su verano de los juguetes muertos.

Por supuesto, no he podido evitar pinchar en la imagen que me ofrecía mi teléfono para encontrarme con la segunda sorpresa: al más puro estilo Amazon para su Kindle, Google Play me ofrece la posibilidad de descargar en mi smartphone -y esto sirve igualmente para una tablet, por ejemplo- una muestra gratuita de la novela, las primeras páginas que, tal vez, me animen a comprar el libro posteriormente.

Dicho y hecho, pulso en muestra gratuita y, tras descargar (no la tenía instalada todavía) la aplicación gratuita Play Books, tengo en mi móvil, en cuestión de segundos, esas primeras páginas de la novela de Hill.

Abro el libro y tercera sorpresa: si pensaba que la experiencia lectora del Kindle era insuperable, aquí llegan Play Books y Google Play para demostrar que hay alguien capaz de hacer sombra a la todopoderosa Amazon: un auténtico placer ver lo fácilmente que deslizan las páginas por la pantalla; un gustazo poder cambiar la fuente del texto y su tamaño o el interlineado; y una maravilla comprobar que puedo sincronizar la lectura con otros aparatos de modo que, si sigo leyendo en otro dispositivo, lo haré empezando por la página en que cerré el libro en mi móvil.

Con todo lo dicho, ¿superará Google Play a Amazon como plataforma de descarga de contenidos de pago? A su favor cuenta con varios factores: se venden más tablets que ereaders, se puede utilizar tanto en Android como en iOS (el sistema de los iPad), que copan casi el cien por cien del mercado, no está sujeta a un dispositivo en exclusiva como sucede con Amazon y su Kindle sino que puedes comenzar ya mismo a emplearlo si tienes un smartphone o tablet por casa…

Veremos qué pasa. Por mi parte, ahí me tendrás dentro de poco con mis tres novelas editadas en papel y que próximamente estarán disponibles como ebooks: El último avión a Lisboa, Manda flores a mi entierro y Suicidio a crédito. Menos excusas, por tanto, para no leerlas. En todo caso, y aunque no sea con mis novelas, te recomiendo que pruebes esta nueva fuente de disfrute para los aficionados a la literatura. Seguro que repites.

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